La gestión de riesgos ideal, por no decir utópica, busca eliminar todos los riesgos. Sabemos que esto no es posible y que, por ello, la mitigación de riesgos es tan o más importante que la misma gestión en general.
La mitigación de riesgos surge cuando admitimos que un determinado riesgo no puede ser eliminado, y que debemos convivir con él, pero en condiciones en las que no nos pueda causar el impacto negativo que se pronosticó inicialmente.
Cuando hablamos de riesgos que exceden los límites aceptables, hacemos referencia a aquellos posibles eventos que tienen la capacidad de impedir el alcance de un objetivo, y que desbordan el apetito de riesgo de la organización.
El apetito de riesgo, como ya lo abordamos en alguna ocasión, es la cantidad y el nivel de riesgo que una organización está dispuesta a aceptar, sin que se afecte su capacidad para alcanzar objetivos estratégicos. Los riesgos que exceden los límites aceptables están entonces por encima de ese rango, lo cual no significa que no puedan ser tratados.
Todas las organizaciones están expuestas a diferentes riesgos. Sin embargo, a través de un proceso de gestión de riesgos es posible minimizar el impacto o eliminar muchos de esos riesgos.
Emprender un proyecto o dejar la operación de una organización a la “buena ventura”, prescindiendo de un proceso de gestión de riesgos, implica transitar en la incertidumbre y hacer caso omiso de una herramienta de planificación y gestión empresarial útil, funcional y beneficiosa.
Los propietarios de riesgos son esas personas que designamos para que “vigilen” una amenaza. Los propietarios de riesgos deben estar pendientes de ese posible evento que tiene la capacidad de afectar negativamente el logro de un objetivo, y procurar que no suceda, o que no cause un impacto mayor.
Los propietarios de riesgos, en general, deben monitorear el riesgo que les ha sido asignado y evaluar su comportamiento. Es como vigilar un volcán y avisar cuando presente señales de erupción. Es una responsabilidad muy grande, que no todos están preparados para asumir.
La inspección de riesgos es la forma más acertada para identificar peligros o factores desencadenantes de eventos que pueden afectar a las operaciones, finanzas y la continuidad de una organización o incluso la seguridad y la salud de las personas que pertenecen a ella.
Pero la inspección de riesgos también es una herramienta útil para saber exactamente dónde están los peligros y verificar si estos están bajo control. En muchos casos, la inspección de riesgos es un requisito previsto en leyes y normativa internacional, nacional o local.
Transferir el riesgo, o compartirlo, es una de las cuatro usuales estrategias utilizadas para tratar eventos que tiene la posibilidad de impactar en forma negativa la capacidad para alcanzar un objetivo.
Solemos hablar de transferir el riesgo, como una más de las formas para tratar los riesgos, entre las otras tres estrategias más comúnmente conocidas: eliminar, reducir, aceptar.
En su forma más simple, la gestión de riesgos es ser consciente de lo que podría salir mal en todo momento y de las oportunidades que se pueden aprovechar, y tomar las medidas necesarias para evitarlo. Esto es lo que hace un profesional de riesgos de éxito.
Esta, repetimos, es apenas una definición muy básica. A medida que los requisitos normativos cambian y evolucionan, un profesional de riesgos de éxito también debe hacerlo. Debe seguir mejorando y aumentando sus habilidades y conocimientos.
Las organizaciones enfrentan muchas amenazas y los profesionales del riesgo deben decidir hacia dónde concentrar los recursos de mitigación. Un mapa de riesgos empresariales, a diferencia de una lista de amenazas, ayuda a obtener una visión gráfica, fácil de entender y asimilar por parte de los profesionales del área de riesgos.
Una buena evaluación de riesgos es parte esencial dentro del proceso de elaboración de una estrategia de gestión eficaz. Recopilar información manejable y fácilmente procesable, puede ser una tarea abrumadora. Es un obstáculo que se supera con un mapa de riesgos empresariales.
Probar un plan de continuidad empresariales la única forma de tener una certeza aproximada de su efectividad. Es importante que la organización cuente con un plan que asegure la continuidad del negocio. Pero esta es solamente la mitad de la tarea. Para saber si realmente el trabajo se ha hecho bien, está completo y no defraudará en el momento más crítico, es preciso realizar este tipo de pruebas.
Pero ¿cómo hacerlo? No solamente es importante conocer la forma apropiada de probar un plan de continuidad empresarial. También es necesario establecer la periodicidad con la que se probará.